domingo, 7 de agosto de 2016

Reloj de Vapor: Colonias Penales

Las colonias penales son la respuesta a dos problemas muy característicos del Siglo XIX: El creciente número de naciones que, en su afán expansionista, han terminado con más territorio del que son capaces de utilizar, y la explosión de criminalidad resultante del hacinamiento urbano y la masificación de la pobreza extrema. Por la vía de enviar a sujetos indeseables a las esquinas más remotas del globo, muchos países han dado con una eficaz manera de reducir los costos de encarcelamiento, remover insoportables opositores políticos y conseguir mano de obra abundante, todo de una sola vez.

Aunque las particularidades varían de caso a caso, una colonia penal típica es controlada por un alcaide o gobernador cuyas órdenes consisten tanto en mantener a los prisioneros en su lugar como en forzarlos a producir algo útil; plantaciones, minas, factorías y astilleros suelen conformar el núcleo de estas operaciones. Dada la distancia y contexto, el poder de estos funcionarios es esencialmente ilimitado, por lo que muchas veces los prisioneros acaban como virtuales esclavos, convenientemente ignorados por el estado que allí los puso. Aun así, existen algunas colonias penales donde los prisioneros son otorgados una segunda oportunidad, conmutando sus sentencias a cambio de que colaboren con la puesta en marcha de comunidades permanentes y capaces de ejercer soberanía. Caso ejemplar de esto son las colonias corporativas en las Indias Meridionales, que de no ser por las oleadas de criminales y prisioneros políticos jamás habrían podido consolidarse.

Algunas de las colonias penales más infames incluyen:

La Isla del Diablo

Descrita por Henry Devroux como “El Escupidero de Francia”, la colonia penal de la Île du Diable se encuentra a unos cuantos kilometros de las costas de la Guayana Francesa, y se estima que aloja a cuando menos 10.000 prisioneros, entre criminales, agitadores sociales y deportados. Inaugurada en 1852, su propósito original era alojar a convictos voluntarios para que ayudasen en la colonización de Guyana (asunto que, hasta entonces, había siempre acabado en desastre), más con la consolidación del Segundo Imperio y el cambio en las prioridades francesas terminó convirtiéndose en un pedazo del Infierno sobre la tierra. Siguiendo una serie de revueltas e intentos de fuga, la Isla del Diablo es hoy intensamente custodiada por la armada francesa, y cualquier navío que cruce el límite impuesto por esta es atacado. En años recientes se ha reducido ostensiblemente el número de embarques de prisioneros a la isla, desatando rumores de que una peligrosa plaga ha devorado la colonia y que esta sería la verdadera razón tras el bloqueo.

Juan Fernández

Un antiguo escondrijo de piratas convertido en colonia penal a principios del Siglo XVIII, la isla de Juan Fernández hace las veces tanto de prisión política como de puerto esclavista. Aunque quedó desierta tras una sangrienta revuelta en 1840, fue reocupada para alojar a los prisioneros capturados por Chile durante la Guerra Austral, y posteriormente a quienes se opusieron al protectorado británico. En 1872 la administración de parte de la isla fue entregada a la Compañía de las Indias Orientales, la cual hoy la utiliza como punto de distribución de esclavos hacia las colonias del Pacífico, aprovechando la inusual situación legal de la isla para sortear la prohibición británica al comercio de personas. Blanco regular de redadas de la Cofradía Austral, la isla ha debido ser transformada en una verdadera fortaleza.

Andamán

La colonia penal de Andamán se ubica en el archipiélago del mismo nombre, en las estribaciones septentrionales de la Bahía de Bengala. Considerada la colonia penal más grande del mundo (casi 150.000 personas cumplen sentencia allí), es regularmente empleada por el Raj de la Compañía para deshacerse de los rebeldes en el subcontinente indio, así como de criminales y sujetos problemáticos de territorios tan distantes como Afganistán, Zanzíbar y Lemuria. Andamán cuenta con numerosas prisiones y campos de trabajo, separados según grado de peligrosidad, incluyendo desde magníficas mansiones destinadas a prisioneros de carácter aristocrático hasta el temible Peñasco de Morton, una gran roca marina cuyo interior ha sido horadado y donde piratas y amotinados son dejados a su suerte entre las olas que regularmente inundan el sitio. Una llamativa particularidad de Andamán es la leyenda de que las junglas y pantanos que cubren la mayor parte de la isla están habitadas por una antigua raza de cinocéfalos -hombres con cabeza de perro. Originalmente descritos por Marco Polo en el Siglo XIII como voraces caníbales y expertos cazadores, muchos prisioneros e incluso algunos oficiales británicos los señalan como responsables de las desapariciones que regularmente ocurren en la colonia; la superstición ha alcanzado tal grado en los últimos años que el propio Gobernador-Director de la isla ha ordenado que ofrendas de carne y especia sean depositadas una vez por semana en la jungla para saciar el hambre de las mitológicas bestias, o cuando menos para evitar que la psicosis colectiva se apodere de la isla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario